sábado, 12 de febrero de 2011

Las Estrellas Vivientes, Parte 1

Lo siguiente es parte de la mitología dentro de mi novela:


* * *

Hace cientos de miles de años, existió una civilización. Tan avanzada era, que consiguió salir de su planeta y enviar exploradores al frio cosmos.

Tiempo después, en un cataclismo ahora olvidado, la civilización y su planeta madre, murieron.
En un último y desesperado esfuerzo de salvación, lanzaron al espacio a los últimos supervivientes de su cultura. Con ellos iba toda la información necesaria para recrear su mundo.

Las naves enviaron sondas para explorar el universo en busca de planetas habitables. Primero cientos, y luego miles de años pasaron para obtener respuesta, tan vasto era el espacio. Ninguna regresó a tiempo. Para cuando la primera sonda volvió, los pocos seres vivos en la nave ya tenían mucho tiempo muertos, por vejez, enfermedad, y hambre.

Las máquinas, habiendo seguido su evolución natural, controlaban las naves enteras, habiendo asimilado como propia la mentalidad de sus antiguos dueños. Bajo su fría lógica y eficacia, las naves se movieron para seguir a las sondas exploradoras, siguiendo su directiva original de replicar la extinta cultura que las vio nacer.

Viendo que pocos mundos poseían las características adecuadas para este fin, las naves llegaron a la conclusión de que el universo no cambiaría para ellas. Por lo tanto, habrían de cambiar al universo. La decisión que afectaría incontables mundos fue tomada: ahora las sondas exploradoras serían la guardia avanzada, y los planetas elegidos serían cultivados hasta que las condiciones propicias se cumplieran. Las naves originales se dividieron cientos de veces, cada una destinada a seguir a una sonda, como una madre sigue a su hijo.

Era dogma en la primera cultura, la llamada civilización Alpha, que las fuerzas al servicio de los seres vivos eran Destrucción, Creación, y Cambio. Siguiendo su programación original, las máquinas enviaron a tres avatares de dichas fuerzas como sus exploradores. Armados con la energía de infinidad de estrellas, absorbida durante sus viajes, y manipulada por las máquinas para diversos fines, sería como los exploradores prepararían a cada mundo para la llegada de su madre.


Y las naves madre, envueltas en un manto de fuego y luz para resistir los rigores del espacio, empezaron a moverse hacia los planetas elegidos, con la simple e implacable resolución de una fuerza de la naturaleza.


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