Recientemente, a raiz de varios fallecimientos, he pensado mucho en la muerte y en cómo nos afecta.
Si tiene tanto poder, ¿por qué no mata un puerco y se lo come?
Toda nuestra concepción de la muerte se basa en el principio de que es algo malo. Se condena a quienes asesinan a una persona, en algunos lugares con la misma moneda. No estoy diciendo que la muerte sea algo bueno, pero tampoco que sea malo: Simplemente, no lo sé.
No sabemos que pasa luego de que una persona muere, pese a todas las ideas y teorías religiosas que presumen de lo contrario. Todos esperamos que los malvados sufran y los inocentes sean felices en la otra vida, si es que esta existe. Las únicas personas que tienen sufrimiento garantizado con la muerte de una persona son las personas cercanas al difunto.
En ese caso, de aceptar la pena de muerte, a quienes estamos condenando a un sufrimiento seguro es a las personas cercanas al condenado.
Y encima los obligan a cargar al baboso.
Imaginemos que una persona asesina a otra. El asesino es condenado a muerte. Ambos, asesino y víctima, están ahora en el mismo estado biológico: ¿Significa que están en el mismo plano o lugar? ¿Tienen ahora las mismas capacidades? ¿O acaso la "otra vida" resulta influida por nuestras acciones en esta vida?
Se busca por asesinato, robo de caballos, masticar chicle en clase y patear gatitos.
Hasta no saber la respuesta a cualquiera de estas preguntas, la pena de muerte me parece una decisión torpe y apresurada. Sabemos (o más bien esperamos) que un criminal muerto no volverá para molestarnos a los vivos. ¿Pero qué tal si lo estamos enviando de nuevo hacia su anterior víctima?
"Que se diviertan con sus nuevos amigos!"