Se copiaron mi idea.
Siendo el autor responsable y trabajador que soy, decidí tomar el siguiente paso lógico: conseguir cuatrocientos changos, encadenarlos a maquinas de escribir y obligarlos a que ellos escriban mi novela por mi.
Les encantó Twitter.
Lamentablemente mi leal horda tuvo que ser despedida cuando descubrí que escribían mucho mejor que yo. También tengo mi ego.
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