domingo, 5 de abril de 2009

Sueño: Viaje en el tiempo















Anoche tuve un sueño fascinante: Viajaba en el tiempo hasta la época del México Prehispánico. En mi sueño, aparecía en la selva, pero a lo lejos podía ver la ciudad de Tenochtitlán y su templo mayor. Tras una pequeña y bastante agradable caminata, entraba en la ciudad.

Magnífica.

No encontré imagen alguna que se acercara a lo que veía. He estado en muchos lugares fascinantes, pero éste era por mucho el más espectacular. Tanto esplendor y colorido, los edificios tan bellamente decorados, la gente tan ricamente vestida...

Y hablando de esto, mi primera parada fue en el mercado de la ciudad. La gente era muy considerada: Siendo yo un viajero del tiempo, me encontraba vestido de jeans y camisa tipo polo, algo bastante distinto a su indumentaria, pero nadie me miró feo ni fijamente por mucho tiempo. Me acerqué a una mesa donde estaba un puesto bastante grande de ropa, y entonces recordé que no tenía dinero.

Bueno, si tenía, pero los papeles futuristas en mi billetera obviamente no serían aceptados en esta época. Entonces vi mientras fingía revisar la mercancía, que la persona que estaba al lado tomaba unas sandalias y le regalaba una bolsita con granos (cacao?) al tendero.

El tendero se movió entonces para atenderme. Me preguntó -obviamente quienes me habían mandado habían programado la máquina para que yo entendiera el idioma- si se me ofrecía algo, y yo le respondía que me gustaría comprar ropa, pero no tenía con que pagarle. El tendero me miró de pies a cabeza, y entonces me preguntó que era eso que sobresalía de mi bolsillo.

Yo metí la mano en el pantalón, mirando hacia abajo: En mi bolsillo había cinco plumas de quetzal. Al parecer quien me había mandado me había dado algo para cambiar. Sin saber cuánto valían, se las entregué todas al tendero, que las revisó con admiración. En seguida el tendero me hizo desvestirme y empezó a sacar paquetes de debajo de la mesa:

Unas sandalias más o menos de mi talla con cordones para sujetarlas, un taparrabos -que yo rechacé y el tendero me regresó una de las plumas-, una túnica de tela muy hermosa, verde quizá por las plumas de quetzal, y con un diseño plateado grabado en las orillas, con cordones para sujetarla a la cintura y broches dorados en los hombros, una pañoleta verde -el tendero me enseño a anudármela en la cabeza-,y remató con dos pulseras y un collar de oro. También me dio una especia de morral.

Para este momento me sentía Quetzalcoatl, pues al parecer el tendero me había dado de lo mejor que tenía. Le di las gracias -él se quedó muy contento con las plumas y yo con mi vestimenta, así que fue muy bien trato-, y continué.

Eran como las 9 o 10 de la mañana, juzgando por el sol porque mi otra ropa y mi reloj estaban en el morral, y caminando por la gloriosa ciudad, como uno más de sus habitantes, sentí hambre. Mi olfato no tardó nada en encontrar un aroma apetitoso.

Me senté en una banca larga de madera, cuatro de las cuales formaban un cuadrado alrededor de una cocina. Pregunté que qué me daban a cambio de la pluma de quetzal que me sobraba, y la señora que me atendió se sorprendió mucho y me dió una ración de carne enorme, no sé de que animal pero parecía puerco, junto con un elote cocido, dos aguacates, y un jarro de algo que sabia parecido al tepache, que yo rechacé y mejor pedí agua.

Luego de comer, y hacer algo de plática con mis vecinos, decidí visitar el templo mayor, porque de algún modo sabía que no tenía mucho tiempo más. Con esto en mente, empecé a subir las escaleras.

Fue terrible. A medio camino me tuve que sentar, exhausto. La gente pasaba junto a mí y me miraba con extrañeza, y con justa razón. Finalmente con mucho esfuerzo llegué a la cima y miré hacia la ciudad: El sol la iluminaba, logrando un efecto espectacular: tanta gente y colorido, en una ciudad tan bella.

Aquí terminó mi sueño. Vaya que me gustó.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya, eso es genial!!!!, de no ser por los sacrificios me hubiera gustado vivir en Tenochtitlán.

Meissa Star dijo...

wow... el futuro fue ayer.