martes, 28 de abril de 2009

Encuentros de un minuto que te dejan marcado



Hoy recordé un evento que pasó en mi niñez, y que me dejó una muy buena experiencia.

Cuando era niño, mi mamá trabajaba como psicóloga para una escuela particular -los eventos posteriores en esa escuela son una historia para otra ocasión-, y en vacaciones a veces me llevaba con ella al trabajo.

En una ocasión, aburrido y sin nada que hacer, hice una travesura. Aprovechando que la señora de la limpieza estaba en otra parte, fui a los lavabos de afuera de los baños y salpiqué de agua todo el espejo que ahí había.

Me cacharon. La señora de la limpieza me atrapó en el acto, y me puso una regañada. Me dijo que ella había trabajado mucho para tener ese espejo limpio, y que yo no tenía ningún motivo ni derecho para arruinar su trabajo.

Acto seguido, me hizo limpiar el espejo otra vez hasta quedar como nuevo, con apenas un trapito. Me felicitó cuando terminé, y me dejó ir a jugar. Yo no lloré ni protesté con nadie del asunto.

Tan sacudido me dejó esta experiencia, que ahora recuerdo con gusto la valentía de esa mujer trabajadora, que sin miedo alguno puso en su lugar al hijo de una funcionaria de la institución. Ojalá que los niños de ahora pudieran tener experiencias así.

2 comentarios:

protaro dijo...

ah que mendigo chamaco...

que ganas de estar ensuciando por deporte.

Anónimo dijo...

Tienes toda la razon, esas experiencias marcan la vida y forman el caracter (aunque suene a algo que diria el papa de Calvin)
saludos!!!