En tiempos de crisis, sale a resurgir lo mejor de algunas personas y lo peor de otras.
Ahora que Haití ha sido devastado por un terremoto, quedando casi ningún edificio en pie, decenas o cientos de miles de personas muertas, millones afectadas, sin electricidad, agua, medicinas, o alimentos, las comunidades se han unido para ayudar a los sobrevivientes.
Veo las noticias, y luego, pese a mi sentido común, leo los comentarios. Por cada cinco almas caritativas que dejan mensajes de compasión y aliento, hay algún estúpido que asegura que los haitianos se lo merecían por razones políticas, raciales, religiosas, culturales y incluso gustos musicales.
Qué estupidez. La naturaleza es fría y devastadora, y a diferencia de nosotros los humanos, no discrimina esos asuntos.
Mis pensamientos y plegarias están con la gente de Haití. Insto a las personas con un poco de compasión que hagan algo para ayudar: lo que sea será bienvenido. A los imbéciles que creen que es asunto de risa no tengo nada que decirles.
1 comentario:
Tienes toda la razón. Yo tengo un primo que es de esos que dices, que dice que Haiti se lo merecía. Si me caia mal ahora lo detesto.
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