jueves, 9 de julio de 2009

El Avion que no queria volar

El año pasado, de viaje por McAllen, me compré un avioncito de madera muy simpático.



Lo coloqué sobre mi cómoda, y durante mucho tiempo alegró la fría madera con su presencia. Pero recientemente, con mi mudanza a un nuevo hogar, decidí que era hora de emprender el vuelo.

Y siendo el arduo trabajador que soy, de inmediato junte mis herramientas.



A trabajar! Mi primer intento fue colgarlo del techo. Con un clavo y martillo -los hombres de verdad no usamos taladro-, clave y clave hasta que me vayó tierra en los ojos. Interrumpi mi tarea para intentar amarrar el biplano con un hilito. El resultado fue un amasijo horrible de nudos e hilito, que solo lo sostenía por la cola.

Luego comprendí que esa perra malagradecida de la gravedad no me dejaría clavar mi clavo en paz. Y si el clavito no aguantaba su propio peso, mucho menos aguantaría un biplano de madera.

Se aborta el plan. Triste, estuve a punto de abandonar la empresa, cuando me señalaron un arco en medio de mi cuarto, que divide lo que antes eran dos habitaciones diferentes.

Y ya había un clavito ahi, sin utilizar, que puse una semana antes cuando intentaba decidir donde colgar mis espadas. El nudo para amarrarlo correctamente estuvo listo en un minuto.

Ahora mi avioncito de madera surca feliz los cielos de mi cuarto, donde ninguna nube y ningun mosquito se interponen en su camino.

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