martes, 17 de mayo de 2011

Crónicas Hospitalarias

Mi madre salió bien del hospital. La operación fue bastante rápida, pero lo difícil fue la espera preliminar, que duró casi una semana. Durante este periodo, buena parte de mi tiempo fue dedicada a la esencial labor de llevarle sus chunchos de costura y demás jaladas para que se entretuviera, pues es de todos sabido que una madre cansada pega menos fuerte.

Aparte del ocasional cambio de su orinal, lo cual creo me adjudicó como 300 puntos de Karma Positivo, la labor de los familiares en un hospital se reduce a esperar. Los juegos fantásticos que inventé durante las largas horas! El campeonato de manchitas en la pared fue muy reñido, pero la pared oeste de la sección de urgencias fue el ganador.


Tierra de los Sueños, te visito una vez más.

Mis travesuras para hacer más amena la espera fueron tristemente ignoradas. Mi madre se zampó la gelatina que le di, sin siquiera darse cuenta que era la gelatina de la vecina, del mismo color, sabor, y volumen. Una vez hasta le bajé al aire acondicionado del nivel 8 al nivel 7.

Para mi decepción, a mi madre le pusieron la variedad de ropa de hospital aburrida, y decirle “se te ven las pompas” para reírme al verla dando vueltas dejó de ser divertido cuando intentó estrangularme con su catéter.


La dirección del hospital rechazó mi alternativa propuesta.

Una vez dada de alta, sacaron a mi madre en una silla de ruedas. La lógica tras esta medida, por supuesto, es hacer sentir como poderosos híbridos mitad-hombre, mitad-robot a los tísicos e incontinentes enfermos. 

Durante su recuperación, mi madre estaba bastante débil, así que aproveché para picarle la panza y darle algunas cachetadas mientras no podía defenderse. Tristemente, una vez que agarró fuerzas, mi madre me hizo recordar que estaba operada, no amnésica.


Nota: Es difícil remover un portasuero alojado en el conducto rectal.

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1 comentario:

Meissa Star dijo...

Esperate a que tu mama se recupere... chamaco cabron!